Un vacío omnipotente,
es mi parte más humana,
lo que restan son las armas,
que maquillan la intención.
Tu camino hacia la luz,
se vincula con lo etéreo;
acertijos entre sombras,
de un romántico desvelo.
Y en la historia, un elenco,
hace gala de un suspenso,
un misterio con candado,
bajo el signo de la cruz.
“Yo deseo ese reino,
yo proclamo salvación”...
Y a la vez el pensamiento,
que no calla sus premisas,
no tolera los contrastes:
Sabe amarga la miseria,
hiede a rancio el sermón.
Así es que digo...
Un banal predicador,
a la sombra de su claustro,
vive fábulas de barro,
amparándose del sol.
Y es que afuera, el terror,
es la prédica del hombre;
un milagro prevalente,
de la humana religión.
Más acá de su cajón,
un refugio aterrador,
crea negros paraísos...
Y en la píldora el abrigo,
de las almas sin patrón.
Aguijón tras aguijón,
se envenena mi memoria...
El dinero no es un don,
sin su innata xenofobia;
y en su fábula de gloria,
el amor es otra oferta...
Calculada preferencia,
con demanda y postor.
Un cadáver junta polvo,
esperando en su sillón;
y en su prédica, el doctor,
lleva en alza su negocio.
El letrado y su socio,
no se aterran suficiente;
el cliente fue impaciente,
y hoy reparte comisión.
Un perverso asesino,
es el héroe de la masa,
loco cúmulo de almas,
que devora el hastío.
Inconsciente colectivo,
los adictos al sopor .
En su efímero dolor,
no se enteran de su vida;
su mayor benefactor,
vive en medio del olvido.
Y el ingrato espectador,
lava lágrimas de culpa;
galardón“Honoris Causa”,
premio Nóbel al suicida.
Si un atroz predicador,
vio en la guerra otro arte,
en mis ojos difamantes,
la demencia es otro don...
Genocidio y destrucción,
son el oro del magnate.
Su miseria crea esclavos,
y en su lógica de orates,
con venenos residuales,
es que imparte bendición.
Si esta náusea fuera amor,
(no tan solo letanía);
sin grotesca cobardía,
juzgaría lo innombrable.
Sin la culpa miserable,
de esta cínica armonía ;
sin tu cómplice sonrisa,
imitándose a la mía.
Es por eso dulce fe,
que hoy condeno tu osadía,
en el nombre de lo muertos,
en el nombre de la vida.
Yo no sé de paraísos,
de promesas, o castigos.
Yo no sé si eres refugio,
o tal vez un artilugio;
privilegio de un recurso,
salvación...o cobardía.
Desconozco tus designios,
mi razón no lo comprende,
y en un péndulo trivial,
los sentidos se entorpecen...
Porque ansían redención,
más allá de esta vida.
Y a la vez alrededor,
un desierto casi inerte,
crece y crece sin pudor,
devorando a los ilusos.
Y en el cisma del horror,
hacen sombra los herejes.
Buenos hijos de este tiempo,
(lo peor de nuestra especie).
Y el museo de la infamia,
hoy marchita en el olvido.
Tanto instinto asesino,
pervertido y detractor,
lleva un aire redentor,
con aromas de letrina.
Y otra vez la tiranía,
la insanía, el sopor...
Un principio de conflicto,
y otro sueño aterrador,
van dictando estas letras.
Yo no sé si es alabanza,
un refugio en la palabra,
o la ira de un hereje,
en la duda y el error.
Pero el nombre del amor, tu mensaje de esperanza,
fue apagando su fulgor, en un eco que no calla:
Lo que han visto estos ojos,
lo que dicta el pensamiento,
trance inerte del silencio,
precio artero en la razón.
jueves, 28 de diciembre de 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario