El pobre hombrecillo,
no aspira a ser nada...
Se aleja del borde,
lo esconde su madre,
se apiada del hombre,
y escupen sus gafas.
Contiene el aliento,
en nada destaca,
despierta cansado,
su píldora falla.
Le pesa la espalda,
se ríe a destiempo;
el miedo es alergia,
sensible a su rabia.
Su vida no empieza,
el tiempo no alcanza,
por fin desespera,
e insiste en la calma.
Se inflama en reproches,
no duerme de noche,
se llama al silencio... se asocia a la nada.
El buen hombrecillo,
deplora su muerte,
la ira se invierte,
se tuerce la vara.
El necio y su orden,
vomitan su cara,
lo caro del sueldo,
define su tara.
Ajeno a su drama,
gatilla un revólver,
su nombre es desorden,
la idea es su bala.
Debajo del fiasco,
asoman dos caños;
el hambre de daño,
son egos con náusea.
Y el buen hombrecillo,
no olvida sus gafas,
el miedo, la noche,
su alergia, la farsa.
Hoy algo culmina, (concluye un acorde),
la sombra del borde, su entierro en la calma,
el necio y la orden,...el peso en su alma.
jueves, 28 de diciembre de 2006
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