jueves, 28 de diciembre de 2006

LA HORA DEL LACAYO

He visto al avaro pulir sus monedas,
mirar de costado la ajena miseria,
negar la sonrisa con torpe grandeza,
colmar con miseria su enferma codicia.

Tu fea inmundicia se sienta en el pobre,
lo empuja hacia el borde, le roba la risa.

Corrupta avaricia que crea el dinero,
hoy veo tus restos, (vestidos de gala),
en una morada de olvido y silencio.

Tu necia arrogancia se fue con en el viento,
igual que el lacayo, corrompes la tierra,
lo mismo que nada, son polvo tus huesos.

Y he visto a tu dama, de corte perfecto,
clavar una daga de horrible desprecio,
un filo que entierra buscando la afrenta.

Humana letrina de finas rarezas,
tus vagas pasiones...maltratan afectos.

Hay algo en tu estirpe de ancestra impureza,
tu brillo y belleza humillan al resto.

Son ínfulas locas con marca de herencia.
son jóvenes bríos que arrancas del ego,
son nada, (el vacío), tu estirpe perversa.

-Ah, del tiempo profano, el tiempo es de nadie,
el tiempo no cuesta.

Hoy veo en tu talla, un pálido espectro,
los años delatan la mueca en tu rostro;
plagado de marcas, ya poco destaca,
tu ingrata mirada, la trémula ofensa.

Gloria errante, marchita zozobra,
memoria en amnesia de un loco poeta,
imitas con sorna aquello que eras.

Y hoy asemejas, de forma grotesca,
despojos de un brío, la vil marioneta.

Resabio de dama,”estirpe perversa”,
tu gloria declina, tu sangre se hereda,
los ogros terminan, se acaba la fiesta.

Y aquellas ofensas de afán pervertido,
(igual que el silencio de humanas sirvientas),
culminan hediondas debajo del cieno;
igual que al consorte, te aguarda ese hoyo,
tu gloria y sus bríos...

En un metro ochenta.

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